Para los niños y niñas el juego es algo serio y sumamente necesario. En muchas ocasiones es la forma en que expresan sus emociones y preocupaciones. A través de este, reproducen roles y representan lo que sienten o piensan. Si consideramos que el juego es el lenguaje propio de la infancia, no es de extrañar que se encuentre en el centro de múltiples modelos educativos y terapéuticos utilizados actualmente en diversos países del mundo.
Theraplay es uno de ellos. Se trata de un enfoque terapéutico para trabajar con niños y niñas a partir del vínculo que tienen con sus padres, basado en los patrones naturales del juego para reforzar la autoestima, la seguridad y la confianza en otros. Fue desarrollado en Chicago a fines de los años 60, por la psicóloga estadounidense Ann Jernberg, como un programa para abordar la salud mental durante la primera infancia. Promueve que los padres interactúen con sus hijos/as a través de instancias lúdicas que fortalezcan el apego, la conexión y un vínculo sano entre ellos. Desde este enfoque, todo síntoma conductual tiene que ver con una necesidad emocional que no ha sido adecuadamente satisfecha y que puede ser atendida mediante terapias de juego.
El modelo de intervención se forja en base a 4 cualidades esenciales que se encuentran en la base de la relación entre padres e hijos:
Estructura: el adulto lidera la relación, organiza la situación y entrega seguridad al niño/a.
Conexión: el adulto está presente de manera de que el niño/a se sienta visto, escuchado, contenido y aceptado.
Cuidado: el adulto cuida y calma al niño/a para que se sienta bien física y emocionalmente.
Desafío: el adulto apoya al niño/a en la adquisición de nuevas habilidades y competencias, para así reforzar su confianza.
Fortaleciendo el vínculo a través del juego
Durante la terapia, el o la terapeuta de Theraplay es un mediador que genera un espacio para que padres e hijo/a puedan interactuar de manera fluida y cercana, guiándolos a través de juegos que los diviertan y los conecten positivamente. Se busca que a través de estas instancias se generen nuevas experiencias entre ellos promoviendo un juego en sincronía y basado en los 4 elementos anteriores. De esta manera, los padres puedan encontrarse cariñosamente con el niño/a, para hacerlo sentir contenido, seguro y cuidado, y ayudarlo así a regular sus emociones y expresarse efectivamente.
Al reparar los vínculos con sus principales figuras de apego, eventualmente el niño o niña podrá también interactuar de mejor manera con sus pares y otros adultos significativos, lo que favorecerá sus habilidades sociales y, en definitiva, su bienestar socioemocional.
En contextos de vulneración, el juego adquiere un rol protagónico en la salud mental de niños y niñas. Con sus infinitas posibilidades, este ofrece una valiosa oportunidad para sanar traumas o eventos adversos, y recomenzar
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